La impotencia, también denominada disfunción eréctil, es un trastorno que afecta a la capacidad sexual del hombre. Su definición básica se refiere a la incapacidad de lograr o mantener la erección del pene, un requisito para mantener relaciones sexuales. El concepto de impotencia va más allá del ámbito sexual y se extiende a un estado de debilidad o falta de potencia en varias dimensiones.
La impotencia puede entenderse metafóricamente como un estado de debilidad, falta de poder, fuerza o vigor. Puede denotar una incapacidad para influir en las personas, los acontecimientos o incluso las circunstancias personales. Este sentimiento de impotencia a la hora de influir en el entorno es habitual, sobre todo cuando nos enfrentamos a retos aparentemente insuperables.
La impotencia puede manifestarse de forma física o psicológica, cada una de ellas con implicaciones distintas. La impotencia física suele referirse a una incapacidad total para lograr una erección o eyaculación, una capacidad irregular para hacerlo o una tendencia a mantener erecciones muy breves. Por otro lado, la impotencia psicológica suele caracterizarse por factores mentales que inhiben la capacidad de mantener relaciones sexuales.
La eyaculación masculina es un aspecto vital de las relaciones sexuales, y su interrupción o incoherencia suele ser un indicador de impotencia. La incapacidad para lograr una erección o mantenerla el tiempo suficiente para eyacular puede ser un síntoma de impotencia subyacente.
Se sabe que varias enfermedades, como las cardiopatías, el colesterol alto, la hipertensión, la diabetes, la obesidad, el síndrome metabólico y la enfermedad de Parkinson, causan impotencia. Estas enfermedades pueden afectar al flujo sanguíneo al pene, inhibiendo así la capacidad de mantener o lograr una erección.
Algunas lesiones físicas o intervenciones quirúrgicas también pueden provocar impotencia. Por ejemplo, la cirugía de próstata puede afectar a los nervios y vasos sanguíneos necesarios para la erección, provocando disfunción eréctil tras la operación.
Varios fármacos y medicamentos también pueden provocar impotencia como efecto secundario. Por ejemplo, se sabe que los inhibidores de la proteasa utilizados en la terapia contra el VIH provocan disfunción eréctil.
Las causas más frecuentes de impotencia en los hombres mayores son los trastornos que bloquean el flujo sanguíneo al pene, como la aterosclerosis y la diabetes. Una vena defectuosa que deja salir la sangre del pene con demasiada rapidez también puede causar disfunción eréctil.
El tratamiento de la impotencia puede ir desde la psicoterapia hasta la cirugía, dependiendo de la causa y la gravedad.
En algunos hombres, la disfunción eréctil puede revertirse, con una tasa de remisión del 29% al cabo de cinco años.No obstante, incluso cuando la disfunción eréctil no puede curarse, el tratamiento adecuado puede reducir significativamente o incluso eliminar los síntomas.Esto implica terapia, dispositivos de vacío y ciertos medicamentos destinados a mejorar el flujo sanguíneo o ajustar los niveles hormonales.
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